No sentía miedo. No había corrido.
La suposición era inevitable, no me enfrentaba a algo desconocido.
Pensé que mi mirada se asentaría en el vacío, sin parpadear. Los ojos se humedecían y así podían permanecer perdidos, y dejaran así brotar retinas detrás de mis primeras costillas.
Parpadeé… y me encontré.
Giré mi cabeza…y allí estabas…
Te volví a ver.
Supe que eras tú porque no te vi. Mirabas hacia un lado.
Te contemplé…y te despediste de mí con una mirada.
[Difícil de asimilar, jamás aprendí tanto en instantes.]
– Aquí estoy yo, osada.
O algo así me dijiste.
…Cloni te llamabas…